jueves, 25 de mayo de 2023

 

La Dama Escuálida

La justicia, en mi tierra, es una dama escuálida y moribunda, con apenas fuerza suficiente para soportar su propio peso; ¿Es acaso capaz de hacer su tan necesaria labor en semejantes condiciones? La pobre ha sido importunada tantas veces como estrellas en el cielo. Aquellos que se supone debían alimentarle y cuidarle han sido los primeros: los primeros que han cogido su dulzura y han limpiado sus mugres orificios por los que emana su podredumbre con sus blancos y santos mantos. La agonizante dama reclama por una segunda oportunidad, pero aquellos que transitan frente a ella le ignoran y se burlan, y se ríen de su desgracia. Unos pocos se acercan para susurrarle al oído que su penumbra acabará pronto; sin embargo, hay otros que sufren mirándole ahí, a su suerte, en su lecho de muerte, y no pueden hacer más que contemplarle, pues han sido despojados de su voluntad. Otros, en cambio, acampan a sus anchas de manera oportuna cometiendo toda clase de barbarie contra su propia humanidad. Sea por impotencia, por negligencia, por complicidad o por maldad, la dama blanca está muriendo, pero su muerte traerá consigo el caos y la extinción.

Por. Marcelino Rivera

jueves, 18 de agosto de 2022

El motivo por el que escribo

 El motivo por el que escribo

Nací en El Salvador, un país con una historia gris. No recuerdo un día en el que no se respirara el sufrimiento de la gente, que a pesar de lo mal que están, siguen esforzándose por una vida miserable y creyendo, quizá con ingenuidad, que las cosas iban a mejorar. En mi corta vida he visto pasar gobernantes y políticos quienes con descaro expresan palabras más falsas que la inmortalidad del cangrejo, y la decepción recorre por mis venas hasta que me hierve del coraje y la idiotez con la que caen y vuelven a caer los imbéciles. Siempre me he preguntado por qué, pues más bien parecieran animales descerebrados limitados a una memoria de corto plazo. Me cuesta creer que un día vayan a cambiar y reafirmo mi pesimismo con gallardía. Pero a pesar de su falta de raciocinio no les considero culpables de la miseria que a todos nos ha tocado vivir, y considero que el hombre libre es una utopía que al menos todos deberíamos perseguir. La injusticia la traemos desde el nacimiento, y aunque suene cruel decirlo, definitivamente habemos (y me incluyo) algunos que, con seguridad, estamos predestinados a extinguirnos sin nada importante que aportar al mundo. Pues a fin de cuentas la vida es un enorme sinsentido. Y sé que hay ególatras y entusiastas pusilánimes que saltarán de inmediato a desmentir con elocuencia mis palabras, pero ellos no son más que pobres ilusos y cobardes que no tienen conciencia propia, mucho menos conciencia de especie o de lo irrelevantes que somos para el cosmos. Sin embargo, ya que tenemos la vida, al menos deberíamos usarla para contemplar el universo; como decía, Carl Sagan: "somos el universo contemplándose a sí mismo". En vez de malgastar la vida en tonterías como el dinero y cualquier riqueza, la cual denota más estupidez que inteligencia, apreciar la belleza de nuestro universo, y de cómo los coacervados constituyeron obras magnánimes de ingeniería cuasi perfecta. La capacidad de expresar a través de las palabras nuestras vivencias y transmitir mensajes tan inmensos que representan la belleza creativa humana. La expresión consciente de nuestro pensamiento desnudo, en el que sus imperfecciones solo lo hacen más atractivo. Escribo para aquellos que son como niños descubriendo y aprendiendo simplemente por aprender, por saber, por disfrutar la introspección de sus propios pensamientos y sentimientos, y que reconocen que la única razón para vivir contemplarnos a nosotros mismo: al universo.

miércoles, 8 de junio de 2022

Domina Ignorantia 


Aquella amante desvergonzada que comparte con el mundo su esencia y que acecha sin piedad a los incautos seres humanos, los envuelve con sus encantos y los arrastra hacia la locura y la perdición, es como aquella espada con doble filo que los expertos temen usar y los atrevidos importunan incansablemente como si no hubiera un mañana.

Esa amante embustera que vanagloria a los carentes de raciocinio es la misma que nubla la visión de los forajidos incautos que voluntariamente se embarcan en sus aguas sólo para acabar entumecidos por su ambición; nos acecha hoy como antes y nos lleva a la demencia una vez que nos envuelve con su manto de olores tan gratos como repulsivos.

¿Es que acaso podamos los erguidos tuertos escoger no coincidir con la amante infame? No, definitivamente la cualidad de discernir su esencia para eludir sus placeres y reconocer su tan bello como repugnante rostro no forme parte de la paleta de colores con la que fuimos dibujados por la existencia. ¡Cuidaos todos de la amante infame y sabedle manejar con gallardía y prudencia!


Por Marcelino Rivera

El Dios de los tuertos


 ¿Quién es Dios? – Esa es la cuestión que los herejes inmorales, catalogados como tal por los vulgares, atisban cuestionando la aristocracia de los enajenados y pueriles seres humanos que conforman el pelotón de los pusilánimes, y cuyos miembros son hoy en día tal abundantes como los coacervados.

¿Es que acaso es lícito subyugar el pensamiento y encarcelar la ambición de la natura humana por desvelar el por qué estamos aquí? Los vulgares se hacen los tuertos en su afán de enaltecer los superfluos sabores de la vanagloria y los placeres carnales más mediocres, los cuales no representan la pasión del ser y estar mismo, ni se preocupan por enfrentar la quimera de la vida.

Si aquellos a los que los infames consideran herejes por nadar río arriba y cuestionar el yugo que reprime los instintos nihilistas naturales de nuestra especie osan retar a la podredumbre a la que llaman moral, entonces la herejía es la profesión más noble a la que todo ser humano decente debería aspirar y militar orgulloso.

Por: Marcelino Rivera

martes, 5 de abril de 2022

Ley, brutalidad y derechos humanos

No hay hoy en día conceptos más interesantes sobre los cuales discutir y filosofar que los mencionados en el título de esta nota: Ley, brutalidad y derechos humanos. Habrá que detenernos a reflexionar sobre el significado de cada uno de estos conceptos, su significado y cómo estos nos afectan directa e indirectamente.

Los seres humanos somos seres sociales, todos lo hemos escuchado más de alguna vez, pero ¿Qué significado tiene? No cabe duda que vivir en sociedad supone tantos beneficios, pues permite dos cosas a grandes rasgos: la división del trabajo y la facilitación de la vida. Antes de empezar a hablar sobre estas cosas, hay que mencionar que los seres humanos poseemos necesidades desde las más vitales hasta las relacionadas con aspectos meramente humanos como el éxito profesional y el conocimiento. La división del trabajo facilita el cumplimiento y el goce de todas las necesidades humanas; sin embargo, acarrea también un sin fin de otras preocupaciones derivadas precisamente de ese instinto de supervivencia salvaje al que todos los seres vivos estamos sujetos, el cual se traduce en la competencia por el acaparamiento de los bienes y del poder mismo, es decir que cada ser vivo busca siempre, una vez satisfechas sus necesidades básicas, la predominancia suya en primer lugar y la de su especie en segundo lugar.

El ser humano desarrolló en su evolución mecanismos para asegurar la satisfacción de las necesidades básicas, y una vez satisfechas estas, solo quedaba buscar la predominancia. Es difícil entender plenamente cómo funcionan las sociedades, las que a veces parecieran ser complejas y de pronto tornarse salvajes. Aún es más difícil entender si el ser humano es bueno o malo por naturaleza, y más aún entender lo que es bueno y lo que es malo. A veces pareciera que cada ser humano posee su propia concepción sobre el bien y el mal, y por si esto no fuera lo suficientemente complejo, esas concepciones sean dinámicas y cambien incluso con el estado de ánimo. Para mí, la sociedad no es más que es un enorme cúmulo de una inmensa y abrumadora variedad de opiniones, intereses y pensamientos, sin importar por qué estén guiados.

Como en el juego "arranca cebollas", si cada quien tirase hacia el lado que más se le antojase, la sociedad sería una maraña sin sentido y salvaje. Por esto el ser humano ideo las "reglas del juego" para vivir en sociedad y para que cada quién decidiera cómo jugar. La pregunta aquí es, ¿Quién establece las reglas del juego? Y más importante, ¿Quién vela que las reglas sean justas para todos y se cumplan al pie de la letra? Las sociedades actuales parecieran estar yéndose a toda prisa hacia el despeñadero, en un juego en el que cada quien quiere hacer sus propias reglas del juego y donde nadie vela por la justicia. La brutalidad enardecida a causa de falta de juez en la sociedad ocasiona desde ayer y hoy más que nunca la muerte de muchos con lujo de barbarie, quedando todo en la impunidad. Los derechos humanos, los que la humanidad ha pagado con sangre, sudor y lágrimas a lo largo de la historia, brillan ahora por su ausencia en el momento en que más deberíamos gozar de ellos.

Nunca he entendido por qué el ser humano, teniendo todo para asegurar la vida, prefiera destruirla; por qué la humanidad, teniendo las herramientas para estar unida, prefiere dividirse. Hoy más que nunca es evidente que la humanidad es guiada por el egoísmo individual, el cual sigue arrebatando cobardemente la vida de muchos. Al menos en mi país, El Salvador, parece que no hay ley ni derechos humanos, sólo brutalidad, pobreza, falta de dignidad humana y discordia por doquier. Solo espero que el entendimiento haga reaccionar a las personas y ojalá algún día la unidad y el respeto por la ley y los derechos humanos dictaminen un juego limpio y en paz, que es lo que muchos anhelamos por la humanidad.