Érase la noche y la madrugada.
Érase ajetreada y vacía,
una manca que sonreía,
y una esperanza sin alegría.
De blanco yacía en el negro,
de rojo su vida en la madrugada.
Del negro al rojo y del rojo al blanco,
do todo a nada y nada sin todo.
Érase una noble sin causa.
Érase una madre sin casa,
llora y sonríe por lo que pasa,
entre la silenciosa y la concurrida plaza.
Escuchábase el silencio de la intolerancia,
el frío de la hermandad su causa,
o tal vez el calor de la ignorancia
lo que el amor entre iguales causa.
(Marcelino Rivera)
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